-Oscar Armando Gálvez no tiene quien le celebre este «Día del Padre», porque sus dos hijos lo lanzaron a la calle hace mucho tiempo. Ese fue el regalo que le dieron
Tegucigalpa.- Dio sus mejores años, para criar a sus dos hijos, quienes hace mucho tiempo le pagaron todo su sacrificio con lanzarlo a la calle y hoy vive sus últimos días enfermo, duerme en una cama de piedra y come de la caridad pública.
Se trata de Oscar Armando Gálvez Flores, de 62 años de edad, aunque aparenta muchos más, es nieto del ex presidente de la República, Juan Manuel Gálvez (1,949-1954). Procreó dos hijos: Mónica Paola Gálvez (bióloga) y Diego Gálvez. Ambos se olvidaron de él.
Residía feliz en la colonia Country Club, de Comayagüela, en una casa que construyó con el sudor de su frente a un costo de tres millones de lempiras, junto a su esposa.
Exitoso
El indigente, en sus años mozos era un exitoso Administrador de Empresas Turísticas y laboró en muchos hoteles capitalinos y en el gobierno. Cuando perdió su empleo y ya enfermo en lugar de apoyarlo, sus parientes optaron por lo más fácil y cruel: Darle la espalda y sacarlo de la vivienda.
Hoy, lejos de su familia, vive una verdadera tragedia. Duerme a la intemperie en una rústica acera, bajo un árbol, cerca del parque La Leona, de Tegucigalpa. Ahí amanece llueva, truene o relampaguee con la incertidumbre sí comerá o no. Hasta cinco días ha pasado sin probar bocado.
No se le puede desear feliz «Día del Padre», porque no tiene a sus hijos cerca para celebrarlo y no cree que se acuerden que alguna vez tuvieron un papá. Es triste esta situación, dice.
«Tengo dos hijos, pero es como si no los tuviera. Me lanzaron a la calle cuando más los necesitaba. No sé por qué me trataron así, pues no fui un mal padre, creo yo», relató el menesteroso mientras engullía con avidez su desayuno: Una baleada y un fresco natural que una mano bondadosa le obsequió.
Desgracias
Como las desgracias nunca vienen solas, a lo largo de su vida de vagabundo, el mendigo ha sufrido ocho accidentes automovilísticos y de todos ha sobrevivido. «Usted es duro de matar» le dice en son de broma, el personal del Hospital Escuela, cada vez que lo ingresan por algún percance. Para colmo de males hasta un perro rabioso lo mordió hace poco.
«Tengo varias enfermedades y no sé cual me llevará a la tumba. La que más me preocupa es una dolencia gástrica que me hace escupir sangre en las noches. No quiero pensar que es un cáncer», narró con preocupación.
Lo único que pidió a las autoridades de gobierno y entidades de beneficencia es que pongan más atención a los miles de adultos mayores que hoy olvidados por sus hijos pululan por las ciudades, resignados a una muerte segura y sin tener nada que festejar. Dios los ampare. OH