Por primera vez en su historia, la gigante de Wolfsburg cerrará tres fábricas en Alemania, suprimirá miles de puestos de trabajo y reducirá los salarios un 10%. Los sindicatos amenazan con una huelga total.
La gigante automovilística alemana se tambalea bajo los golpes de la competencia china. Por primera vez en sus 87 años de historia, Volkswagense dispone a cerrar plantas en Alemania, una medida que marca un punto de inflexión trascendental para la industria automovilística alemana y la economía del país. La empresa de Wolfsburgo, que encabeza un grupo del que también dependen marcas tan prestigiosas como Audi, Porsche, Lamborghini, Bentley y Ducati, ha anunciado un plan de reestructuraciónsin precedentes que incluye el cierre de tres fábricas y la supresión de decenas de miles de puestos de trabajo. Esta decisión llega tras semanas de tensión con los sindicatos y se enmarca en una profunda crisis de la industria automovilística europea.
Una reestructuración sin precedentes
Según informa Reuters y confirma el diario económico Handelsblatt, el consejo de administración del grupo ha elaborado un plan de ahorro de unos 4,000 millones de euros. Las medidas incluyen el cierre de al menos tres de las diez plantas que el grupo posee en Alemania (seis en Baja Sajonia, tres en Sajonia y una en Hesse) y la supresión de decenas de miles de puestos de trabajo entre los cerca de 300.000 empleados que el grupo tiene en el país. La situación es tan grave que la empresa ha decidido imponer un recorte salarial del 10% y congelar los aumentos salariales para 2025 y 2026. La crisis de Volkswagen llega en un momento especialmente difícil para la industria automovilística alemana. Otras marcas premium del grupo, como Porsche, también atraviesan dificultades. Porsche anunció una revisión de su red de concesionarios en China debido al desplome de la demanda, mientras que a finales de septiembre Volkswagen emitió su segundo profit warning (revisión a la baja de las estimaciones de beneficios) en apenas tres meses.
El problema con China
El problema de Volkswagen y otros fabricantes alemanes es, en el fondo, muy simple: cuesta demasiado fabricar coches en Alemania. Thomas Schaefer, el jefe de la división Volkswagen, lo admitió claramente en un análisis recogido por Reuters: «Las fábricas alemanas no son lo suficientemente productivas y tienen unos costos entre un 25 y un 50% superiores a los objetivos, lo que significa que algunos centros son el doble de caros que sus competidores». Esta desventaja de costos (debida principalmente a los elevados costos de la energía y la mano de obra en Alemania) se ha vuelto insostenible justo cuando el mercado se está desplazando hacia los autos eléctricos. Un problema estructural que pone en riesgo la competitividad de todo el grupo.
Y es aquí donde China ha arrinconado a Volkswagen. El país asiático es el mercado más importante para el grupo alemán, que vende allí el 40% de sus coches. Pero los fabricantes chinos, con BYD a la cabeza, están revolucionando el mercado de los autos eléctricos con precios mucho más bajos, posibles gracias a unos costos de producción menores. ¿El resultado? BYD ha superado incluso a Tesla y se ha convertido en el primer productor mundial de automóviles eléctricos e híbridos enchufables, mientras Volkswagen pierde clientes y cuota de mercado. La situación es tan grave que incluso Porsche, la marca de lujo del grupo que siempre ha garantizado grandes beneficios, ha tenido que anunciar un recorte de su red de ventas en China. La crisis se convirtió rápidamente en un efecto dominó: desplome de las ventas en China, pérdidas en Europa, dos advertencias de beneficios en tres meses y una cotización en bolsa que ha perdido casi la mitad de su valor en cinco años.
El choque con los sindicatos
La tensión es máxima en Alemania. El lunes 28 de octubre, los trabajadores pararon la producción durante una hora en once plantas, donde se celebraron asambleas para poner al día a los empleados sobre el estado de las negociaciones. Los sindicatos acusan a la dirección de descargar sobre los trabajadores las consecuencias de decisiones estratégicas equivocadas, en particular sobre la transición a la energía eléctrica y la política de precios. El portavoz del Gobierno alemán, Wolfgang Büchner, aseguró que Berlín mantiene un estrecho diálogo con la empresa y los representantes de los trabajadores, y subrayó que el objetivo es mantener y asegurar los puestos de trabajo de los cerca de 300,000 empleados que Volkswagen tiene en el país. El sector del automóvil es uno de los pilares de la economía alemana, y la crisis de Volkswagen llega en el peor momento posible para el país.
Mientras tanto, los sindicatos ya han anunciado que si no se llega a un acuerdo, las huelgas en todas las plantas alemanas del grupo podrían comenzar el 1 de diciembre. Esa perspectiva preocupa al Gobierno del canciller Olaf Scholz por dos razones concretas: la economía alemana ya se está contrayendo por segundo año consecutivo y se acercan las elecciones federales, en las que la coalición gubernamental cae estrepitosamente en las encuestas.